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          Genética:
 Existe evidencia de que el autismo puede tener una base genética. Algunos estudios han encontrado que ciertas variaciones en los genes pueden aumentar el riesgo de desarrollar autismo.
 
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          Factores ambientales:
 Se ha investigado la exposición a ciertos factores ambientales durante el embarazo, como la exposición a toxinas o infecciones maternas,
 como posibles factores de riesgo para el autismo. Sin embargo, la relación exacta entre estos factores y el autismo aún no se comprende completamente.
 
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          Anomalías cerebrales:
 Algunas investigaciones han encontrado diferencias en la estructura y función del cerebro en personas con autismo. Estas diferencias pueden estar presentes desde el nacimiento o desarrollarse durante el desarrollo temprano.
 
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          Factores de riesgo durante el embarazo y el parto:
 Algunos factores durante el embarazo, como la edad avanzada de los padres, complicaciones durante el parto o exposición a ciertos medicamentos, pueden aumentar ligeramente el riesgo de autismo en el niño.
 
El autismo se caracteriza por una amplia gama de síntomas que afectan la comunicación, la interacción social y el comportamiento. Algunos de los síntomas comunes incluyen:
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          Dificultades en la comunicación verbal y no verbal, como retraso en el habla, dificultad para iniciar o mantener una conversación, y uso limitado de gestos o expresiones faciales. 
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          Dificultades en la interacción social, como dificultad para comprender las emociones de los demás, falta de interés en compartir experiencias o dificultad para establecer relaciones con sus compañeros. 
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          Comportamientos repetitivos o estereotipados, como movimientos repetitivos del cuerpo, obsesiones con ciertos objetos o temas, y adherencia estricta a rutinas. 
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          Intereses o actividades restringidas, limitadas o intensas, como enfoque intenso en ciertos temas o actividades específicas.